Es ver, constantemente, como uno tras uno cae con el mismo poso y se niega a escuchar lo que la realidad impone.
Es querer ayudar y recibir un balde de agua fría en la cara.
Es escuchar mentiras tras mentiras y más mentiras todos los días (¡menos mal que los fines de semana no!).
Es tener ganas de gritarle en la cara todo lo que sé y hundirlo como nunca nadie lo hiso.
Es desilucionarse con amargura.
Tienen derecho a aprender por su propia cuenta.
Con voz tímida, algún día, escucharé "Tenías razón".